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Retrato en blanco y negro

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Retrato en blanco y negro

Escrito en castellano y traducido al alemán.
Novela en 74 páginas.
Retrato en blanco y negro
Copyright © Genoveva Serra Caselles, 2007

Reservados todos los derechos.

Deposito legal V- 909 - 2007
Pedreguer, Junio 1989

Traducción, diseño de la cubierta e ilustraciones:
Klaus-Dieter Zorn

     La juventud, la belleza y la riqueza suelen parecernos una herencia que promete con garantía pasar una vida con plenitud y felizmente. Al menos esto se espera para una chica como es la protagonista de esta novela.

     En su retrato en blanco y negro, la autora nos introduce en este mundo negro, oculto y con ausencia de brillo, nos habla de una herencia más poderosa y más arraigada cuyos valores solo puede legar una madre a su hija.

     La observancia estricta de la filosofía maternal "de no casarse con la persona que se ama" potenciada por la muerte precoz de esta y la no- obediencia a su voz interna lanzan a Magui en un conflicto existencial del cual no logra salir.

     Un viaje angustioso a través de un cerebro cuyo razonamiento esta manejado por fuerzas irracionales que lleva al peor desenlace imaginable.

(Texto de la contraportada)


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Primer capítulo



     Cuando Magui bajaba las escaleras, pudo ver a aquel hombre con el que había compartido sus penas esa noche.

     El amanecer era claro, se sentía el calor que haría durante la jornada. Magui esperó unos instantes a que él saliera a la calle para poder acercarse al teléfono que había en la entrada y llamar a Héctor. Así solía pensar en él, pero su nombre era Joe, se habían conocido hacía ya muchos años, en la infancia y siempre había sido un hombro en que apoyarse. Héctor cogió el teléfono en seguida.
- Soy yo, Magui. ¿Puedo pasar a verte o tienes demasiado trabajo hoy?
- La verdad es que si tengo trabajo. Pero te espero. ¿Donde estás? ¿Vienes sola o acompañada?
- Estoy sola y necesito hablar con alguien. Tengo que hablarte. Sé que estoy resultando un estorbo últimamente para todo el mundo, no me gustaría que así ocurriera contigo.
- ¡Dios mío! A estas alturas me hablas de remordimientos, anda ven te espero.

     Magui colgó y pudo oír el ruido del otro auricular al ser colgado. Se quedó unos minutos pensativa, miró la calle y le resultó familiar, suya. La calle fue el lugar donde se crió y creció, donde aprendió a vivir, donde rió, lloró y tuvo su primer amor.

     Cuando Magui se separó de su primer marido, llegó a tener fobia a esa calle y a esa gente con la que se sentía a gusto. Fue duro al principio, comenzar de nuevo, a partir de cero. Aunque Magui pensaba que nunca se parte de cero, ella creía que en un presente éramos la consecuencia de lo que habíamos sido en un pasado.

     El aire de la mañana le refrescó la cara, abrió el coche, subió. Los semáforos, el bullicio, todo era igual, pero Magui sabía que algo en su interior había cambiado esa noche, pero todavía no alcanzaba a saberlo. Quizá Héctor pueda darme la solución, él siempre lo sabía todo.

     Ella idolatraba a Héctor, pensaba que todo él era un libro de sabiduría, en realidad lo consideraba como su padre.

     El coche se detuvo en un aparcamiento. Al dejarlo miró a un señor que no le había quitado la vista de encima. Ella disimulo y echó a andar.

     Héctor abrió en seguida, olía a café recién hecho. Magui se quitó el abrigo, los guantes y el sombrero y siguió a Héctor. también había olor a puros sin encender.

     Magui miró la sala como si se trataba de la primera vez que entrara allí.
     Héctor no había dejado pasar la luz por las ventanas, ella le miró, por un instante le pareció un extraño. Después el se le acercó.
- Siéntate Magui. ¿Qué te ocurre?
- Todo y nada. Estoy cansada de los amores fortuitos, no es que tengo muchos últimamente, pero necesito algo estable, ya no puedo más, esta noche la he pasado con un mafioso que hablaba por los codos, estaba borracho y dijo cosas espantosas sobre droga y asesinatos. Aún estoy temblando, pero en fin, eso no es todo. Lo que ocurre es que no sé que hacer con mi libertad. Me siento apretujada por la gente, estoy algo enferma creo, y parece que todo viene por la misma falta de personalidad de carácter.

     Mientras Magui seguía hablando, Héctor la escuchaba con mucha atención, aquella no era cualquier chica, era Magui, de la que estaba enamorado y nunca había querido hablar de ello. Héctor se levantó y abrió las cortinas, apareció un sol espléndido, la mañana era hermosa.
- ¿Quieres un café, o no? Deberías tomarlo.
- Si, esta bien, pero solo y sin azúcar.

     Héctor se acercó con el café para Magui y la miró a los ojos fijamente.
- Porqué, porqué esta tortura Magui? ¿Porqué te empeñas en destruirte? Tu y yo podríamos casarnos. Yo te quiero Magui, siempre te he querido.
- Simplemente porque no saldría bien, tú eres mi amigo pero no te quiero como a un hombre y así no funcionan las cosas. Además tu eres independiente, no es que yo fuera a resultarte una carga, pero es mejor que sigas viviendo como hasta ahora, solo.

     Magui se levantó y se acercó a una de las ventanas, la calle era ya un caos total a aquella hora. Ruidos, coches, se sintió desamparada por un momento. Héctor era su único amigo.

     La habitación era muy bonita, la había decorado un amigo de Héctor, y la verdad es que había quedado muy bien. Además aquellos muebles clásicos, las flores, los jarrones y las plantas, era un sitio para quedarse a vivir. Héctor tenía buen gusto y además todo el dinero que quisiera. Su padre era un multimillonario de las finanzas. Y además Héctor como abogado tenía una buena reputación y clientela suficiente para no parar ni un momento.

     Héctor no dejaba de observarla. La miraba como andaba de un sitio a otro de la habitación y sentía que la adoraba, que estaba ligado a ella de alguna forma. Cuando eran pequeños y jugaban juntos, a él siempre le gustaba protegerla, tenerla entre sus brazos. Desde entonces aquello no había vuelto a ocurrir y Héctor sentía un gran vacío dentro de si.

     Magui sin decir una palabra recogió sus cosas para marcharse.
- Héctor, que no es el mejor momento para hablar de nada. Estoy cansada, me voy a casa, necesito relajarme y pensar. Todo está confuso ahora en mi cabeza.
- Magui. ¿Vas a aceptar por fin el trabajo de modelo fotográfica?
- Creo que si, además lo necesito. Necesito conocer gente, a reír, vivir, respirar. Sentir que estoy viva y francamente, siempre me he sentido mal en esta ciudad.
- Magui, si te vas, no nos veremos tan a menudo.
- ¿Y qué importa, así te librarás de mi, no?

     Salió precipitadamente y cerró la puerta. Héctor sintió una gran pena por aquella mujer, pensó que se le derrumbaba todo, que nada tenía sentido y continuó sentado mientras miraba al infinito. Sin saber que hacer ni que pensar, se sintió vacío, esa era la palabra.





continuará ..

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